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Así me encontraba un sábado por la noche escribiendo una mierda de propósitos en un papel manchado por helado Oreo y una copa en la mano jurando al cosmos que lo cumpliría.
Había llegado el momento de volver a estar disponible en lo que se refiere a nuevas relaciones momentáneas, hasta que apareció Fitz Sandford con su porte serio, sus gafas y zapatos lustrosos, revolucionándolo a todos y a mí.
No es que fuera el guaperas de turno, ese es otro…, ya lo conoceréis más adelante. Mejor, antes de continuar, me presento: soy Jennifer Bond y, no, no soy familia del superagente británico.
Trabajo en una de las mejores empresas de construcciones e ingeniería en el área de Planificación de Proyectos, o eso creía, he llegado a la conclusión de que todos los que tenemos algún tornillo suelto hemos acabado allí. El meollo de esta historia no es la empresa… o sí. Todo comienza con una pequeñísima discusión entre Fitz y yo, en donde unas granadas fueron el eje central de la misma, lo cual me incitó a demostrarle que estoy capacitada para ese proyecto intentando ignorar una y otra vez el cosquilleo que recorre mi cuerpo cada vez que estamos cerca.
¡Menudo lío! Me parece que tenemos un problema, ¡sí, tú y yo, Fitz!
A ver cómo solucionamos esta historia de los dos…
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