Iván se llevó una estupenda imagen de mí. De z*rra integral, entiendo.
En el pasillo del baño, diciéndole a mi mejor amiga que, por favor, me rescatase de la peor cita a ciegas de mi vida. Al contrario que mi “pareja”, Iván llevaba pintalabios en la camisa, brazos de acero debajo y lucía muy poca vergüenza mientras una morenaza despampanante le esperaba en su mesa.
Era arrebatadoramente guapo, pero también directo. Me llamó c*brona y se puso a darme consejos sobre cómo dar largas a tu cita de la forma correcta. Entiendo que tenía experiencia de sobra, sobretodo teniendo en cuenta que, después de mandarlo a la mi*rda y sentarme de nuevo con mi “cita”, le faltó tiempo para sentarse en mi mesa haciéndose pasar por un viejo compañero del instituto.
Me salvó de mi cita, me hizo morirme de vergüenza y un par de horas después me hizo gemir y gritar como nunca lo había hecho en mi vida. Atada, entre otras cosas. Al día siguiente me desperté, abandoné el piso antes de que dejase de babear en la cama y me dirigí a mi nuevo puesto de trabajo en la oficina intentando recomponer mis bragas y mis dignidad.
Mi jefe llegó tres horas tarde. Si durante la cena me morí de vergüenza, cuando vi que mi nuevo jefe era sospechosamente idéntico a Iván y me sonreía con cara de saberse muy listo, supe que estaba bien j*dida. En todos los sentidos.
De todos los hombres del mundo que podía haber escogido para una noche de sexo desenfrenado y sinvergüenza, tuve que elegir a mi jefe. Mi sexy, sinvergüenza, dominante y j*didamente hipnótico jefe.
Advertencia: Una comedia romántica con erótica explícita no apta para clasistas. Contiene lenguaje vulgar, sexo y juego sucio.
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