Jazz nunca pensó que el silencio pudiera ser tan ensordecedor, pero en ese instante lo era. Podía escuchar el ritmo al que latía su corazón, el susurrar de su respiración entrecortada, las gotas de sudor resbalando por su nuca… y sobre todo lo escuchaba a él. Su voz se colaba por su piel y se mezclaba en sus venas; llenándolo todo.
Después… se convirtió en un nombre más en la agenda de Dick, justo en el instante que cambió su vida.
Perdida y vacía se refugió en el silencio, ¿qué otra alternativa tenía si no soportaba el sonido de su propia voz?
Connor lo intenta con uñas y dientes cada segundo de sus días, sin descanso, aunque sabe que haber sido adicto no le va a poner fácil las cosas nunca más.
Cuando le «endosan» a Jazz lo único que quiere es volver a escuchar su voz, no puede evitar ver un reflejo de sí mismo en ella; otra niña perdida.
¿Serán capaces de perdonarse a ellos mismos?
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